Martes 13 de mayo
Como siempre antes de un viaje, me paso el día entero pensando que no quiero ir. En realidad sí quiero, claro. Mi novio (Sergio) lleva en París dos meses por una estancia del doctorado y desde entonces llevo yo queriendo estar allí. Pero las horas antes de irme son fatales: me da pereza el aeropuerto, me da un poco de miedo el vuelo, me da angustia pensar en coger luego el metro sola. Paso la mañana entera con la sensación de que debería hacerme una bola en la cama y no salir.
Por suerte, no me hago caso y salgo. Voy al aeropuerto. Me siento en el avión y me pongo los auriculares. Lo paso mal en el despegue, pero luego me acostumbro. Empiezo a leer La amiga estupenda, de Elena Ferrante, y se me pasan bastante rápidas las dos horas que dura el vuelo. Me bajo en el aeropuerto París-Orly y es superfácil coger el metro1 hasta la residencia de mi novio. Nos encontramos en la calle, cuando subo las escaleras mecánicas para salir de la boca del metro, y todo es como se supone que tiene que ser cuando te reencuentras con tu novio en París después de dos meses sin verlo.
Miércoles 14 de mayo
Nos levantamos temprano porque estoy muy nerviosa por ver París de nuevo. Estuve con mis padres en 2017, cuando me volví loca por ser la persona más especial de Alcalá de Guadaíra y aún era latente mi obsesión por Amélie, y por supuesto me encantó (porque iba predispuesta a que me encantara y porque, la verdad, es una ciudad muy chula).
Cogimos el metro y llegamos a Montmartre a eso de las 9 y media. Recuerdo que fue lo que más me gustó cuando estuve aquí la primera vez y tenía muchas ganas de volver. Tomamos un café y un croissant en un bistró por el módico precio de 8,6€2, pero como estábamos en una terraza con sillas y mesas rojas mirando las calles de París no nos quejamos (con eso juegan, claro). Estuvimos paseando y subiendo escaleras hasta llegar al Sacre Coeur y yo todo el rato le decía a mi novio Esto sale en Amélie, Esto también sale en Amélie, Aquí es donde Amélie noséqué y nosécuánto, porque una puede crecer pero no puede dejar de ser quien es. Ya empezaba a hacer calor, aunque todavía no me importaba demasiado porque era todo muy bonito.
Seguimos paseando un rato, pero empecé a sentirme mal porque vi todo mucho más turistificado que cuando vine en 2017. Como persona que ha vivido toda su vida en Andalucía -más concretamente en Sevilla y Granada-, esto me jode especialmente. Pensé en las familias que vivían en ese sitio, o que habían tenido que irse de él por culpa de subidas de alquiler indecentes o free tours de 30 personas que no las dejaban llegar a sus casas, y me recordó al Albaicín. Me gusta muchísimo Montmartre, pero nos fuimos pronto porque aquello era insoportable de sostener a la mínima que tienes un poco de conciencia sobre la situación.

Salimos de Montmartre y fuimos andando hasta el Partenón3 porque mi novio trabaja en el Institut Jean Nicod y quería enseñarme aquello. Mucha gente lista y yo. Fuimos a un edificio cerca de allí -con más gente lista- porque estaba el despacho de Simone Weil y como soy una friki quería una foto allí.
Cerca había una crepería/ sandwichería que tampoco era una locura pero que nos dio lo que necesitábamos: dos bocadillos de camembert y emmental y unas papas fritas por 7 euros cada uno. Después estuvimos un tiempo deambulando por los Jardines de Luxemburgo y entramos en Shakespeare and Company, a donde también había ido en 2017 -como buena niña repelente- y que se ha convertido en un absoluto horror de sitio: hay un guardia en la puerta controlando el acceso porque aquello está masificado a rabiar, no te dejan hacer fotos -tampoco es que quisiera- y te marcan el recorrido que tienes que hacer como si fuera un museo. Por favor, si tenéis recomendaciones de librerías en París que sigan siendo librerías y no atracciones turísticas, me encantará leeros.
Como hacía mucho calor y llevábamos muchas horas fuera de casa, entramos a otro bistró a tomar un café y un agua4. Era un sitio muy chulo del que no recuerdo el nombre pero que dejo fotos aquí:
Después de aquello teníamos visita en el Louvre y poco puedo decir que no hayan dicho ya absolutamente todas las personas del mundo. Hicimos la visita de “obras maestras” para ver “lo importante” porque teníamos ya un sueño que no se aguantaba. Mis favoritas: la Venus de Milo, las pinturas renacentitas italianas y Eros y Psique. Lo de la gente posando delante de las obras de arte más importante de la humanidad o haciéndose selfies con ellas me da medio risa medio rabia. Cuanto menos es kitsch.
Jueves 15 de mayo
Nos despertamos a eso de las 8 y después del desayuno estamos toda la mañana en la biblioteca, Sergio trabajando -alguien tiene que hacerlo- y yo escribiendo esta newsletter. Estamos muy cansados después del trote del día anterior, así que nos tomamos la mañana con calma.
Hace un día mucho más frío y ventoso. Salimos a dar un paseo hasta un supermercado cercano y compramos ñoquis y algunas cosas más para hacer pasta rosé -con nata y tomate-. Comemos en la residencia y luego nos echamos una siesta milagrosa de dos horas que nos recompone por completo. Sergio, Aitana -una amiga de la residencia- y yo salimos a pasear hasta Montparnasse porque nuestra idea es ir al cementerio a visitar a las celebridades que están allí enterradas5, pero como tenemos horario español no nos damos cuenta de que a las seis de la tarde ya no queda nada abierto aquí, así que nos compramos un croissant de almendras y nos sentamos en un parque a contemplar, lo cual estuvo genial también.
Después fuimos andando hasta el Barrio Latino para tomar algo y se unió otro amigo de Sergio, Ernesto. Me gusta mucho la zona de Montparnasse y el Barrio Latino porque está menos masificada que otros sitios de París y además el ambiente es estupendo. Estuvimos tomando unas humildes cervezas6 en un sitio que se llamaba Les Descartes porque claro, no sé si lo había dicho, pero esto es París y mi novio es filósofo.
Después de hacer un simpa involuntario -cada uno dio por hecho que otro había pagado la cuenta- pero que vino estupendamente a todos los presentes, cruzamos la acera y entramos en un restaurante vietnamita donde cenamos cosas de las que ahora no recuerdo el nombre. Ahí sí pagamos, claro, y muy a gusto porque la comida estaba toda riquísima.
Viernes 16 de mayo
Nos despertamos a las 9 y, después del desayuno, Sergio pone rumbo al centro porque tenía que ir a una charla de su trabajo y yo me voy al cementerio de Montparnasse porque ayer me quedé con las ganas de verlo. Voy paseando hasta allí y aprovecho para llamar a mi madre. Le cuento lo que hemos hecho estos días y me dice que tengo la voz tranquila. Le digo que no me importaría vivir un tiempo en esta ciudad -quizás la única ciudad grande en la que viviría- si no fuera tan cara o si yo tuviera un sueldo de aquí.
Llego al cementerio y escaneo un QR para descargarme el mapa donde te ubican las tumbas de la gente “importante”. Me hace gracia y me incomoda el concepto de hacer un tour por las tumbas de la gente. Me da aún más repelús que en algunas tumbas -la de Simone de Beauvoir y Sartre, sobre todo, pero también en la de Baudelaire- la gente ha dejado besos puestos allí para ellos.
Me paso toda la mañana paseando por allí, encontrádome con simpáticos personajes -Julio Cortázar enterrado con su mujer, por ejemplo-, tratando de dar con la tumba de César Vallejo, que en realidad es la única persona a la que me interesaba “ver”. Al final, después de mucho perderme, consigo dar con él. Me emociona un poco ver la tumba con la bandera de Perú y las flores que alguien ha puesto. Pienso en la miseria en la que murió y en lo lejos que estaba de su tierra y en las cosas tan bonitas que escribió y me pongo un poco tonta, la verdad. Pero no le doy un beso porque eso es una vulgaridad.
Después de comer y de la respectiva siesta, fuimos con unos amigos al canal Saint Martin para sentarnos por allí a tomar unas cervezas y charlar. Me impresiona de París la cantidad de sitios públicos de los que dispone la ciudad simplemente para estar y echar el rato. Se facilita que la gente pase tiempo en la calle, en parques o en plazas: ponen bancos y sillas por todos lados, hay aseos públicos gratuitos en cada calle, nadie te multa por tomarte una cerveza a la orilla del río sin molestar a nadie.
Este ha sido mi pequeño viaje a París. Me ha gustado mucho ir registrándolo cada día por aquí en formato blog como si aún estuviéramos en 2009, en el Internet divertido del momento. Ojalá a vosotras os haya gustado leerlo también. He sido muy feliz allí y ojalá pueda volver pronto <3
Besos
tristísimos por las despedidas
y hasta pronto
<3
¿Soy la única que piensa que el metro de París es mucho más sencillo que el de Madrid?
Primera clavada del viaje.
Muchísimo trote, pero queríamos ver la ciudad.
En mi primera visita a París aprendí a decir garafe d’eau (agua del grifo) con un francés torpísimo y ahora lo uso a diestro y siniestro en cada sitio que voy.
El cementerio de Montparnasse parece el Hall of Fame parisino.
5 euros en Happy Hour, no voy ni a comentar.
Qué bonito y qué divertido, Paula! Me encantaría volver a París, lo he visitado dos veces y creo que ninguna de las dos supe valorarlo. También es cierto que la primera vez era demasiado pequeño y la segunda fue un viaje para los alumnos de francés en el instituto, así que podría haber visitado cualquier ciudad del mundo que yo no me hubiese enterado, entonces estábamos a otras cosas. Me gustaría volver así, como soy ahora, y aún más después de leerte ❤️
Gracias a tu carta de amor, he escapado un poquito del tupper de arroz con verduras que me estaba comiendo en la terraza de la oficina. Qué lindo viaje y qué linda forma de narrarlo 🥰