Cosas que solo disfruto yo
Algunas cosas impopulares que creo que solo yo soy capaz de disfrutar
Esperar en las salas de espera de los centros de salud. No voy con mucha frecuencia, por suerte, pero cuando voy siempre acabo con una sensación de calma que no me deja ninguna otra cosa (salvo quizás una transferencia). Debo tener un dolor leve, soportable. No una caries o una migraña o una enfermedad crónica1; sino a lo mejor una analítica o una infección de orina. Cosas que son molestas pero que sé que se me solucionarán rápido. Disfruto de cómo se dilata el tiempo a mi alrededor, solo pendiente de que aparezca mi código en la pantalla o de que salga la doctora y me indique que entre en la consulta. Disfruto de observar a la gente: la señora que se aferra a su bolso Louis Vuitton falso muy tiesa, el hombre barbudo que canta demasiado alto y enseña el ombligo, el niño pecoso que me mira mientras se rasca el pie. Estamos todos aquí y problablemente no volveremos a coincidir nunca más. Solo nos une la espera y una pulsera con un código de número y letras que aparecerá en la pantalla de un momento a otro.
Pedir que compren libros en la biblioteca. En la biblioteca de la facultad o en la provincial de Granada, los organismos públicos se echan a temblar cuando me ven entrar. Primero hago una lista: voy recopilando libros que quiero leer pero que por falta de dinero o porque no me interesan lo suficiente no me quiero o puedo comprar. Un día me pongo a buscar uno por uno todos ellos en la base de datos de la biblioteca. Descarto los que ya están y abro solicitud de compra por cada uno de los que faltan. Disfruto justificando largo y tendido el porqué deberían contar justo con ese libro en la bilioteca. Me pongo muy intensa. Digo: “Los cuentos completos de Lorrie Moore son esenciales para la formación integral de los ususarios de la biblioteca provincial de Granada” o “¡Cómo es que no se contaba todavía con este libro que instruye acerca de las trovadoras de la Edad Media! El grado de Literaturas Comparadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UGR no puede pasar sin él”. Me divierto mucho, es una de las cosas que más disfruto de hacer sola.
Responder correos. Hay días que siento un vacío enorme por dentro que solo se me quita respondiendo compulsivamente correos electrónicos como si fuera Anne Hathaway en El diablo se viste de Prada. Café a un lado y gata hiperactiva al otro, me pongo a aporrear el teclado como si estuviera muy ocupada (solo tengo, como mucho, tres mensajes sin responder). A veces me aburro tanto que me invento obligaciones para poder redactar un correo electrónico. La aplicación de Gmail es lo primero que miro cuando me despierto y lo último que consulto al acostarme. Todas las notificaciones de redes sociales las tengo desactivadas, pero cuando me llega alguna de aquí me pongo contentísima. Hay gente que escucha sus propios audios después de mandarlos, y a mí me pasa con los correos: cuando los envío, luego me paso la siguiente media hora comprobando, cada poco tiempo y de forma compulsiva, qué dije y cómo lo dije. A veces incluso rescato correos antiguos que me gustaron especialmente para volver a leerlos.
Leer biografías de gente en Wikipedia. De vez en cuando me obsesiono con alguien. A veces una escritora, otras un periodista, otras un dictador. Casi siempre una escritora, pero depende un poco del momento. Algo llama mi atención y entonces necesito saber en qué pueblo nació, cómo se llamaban sus hijos y cuál fue su instituto. Sé que hay cauces más acertados y académicos para encontrar esta información, gente que ha dedicado su vida y su inteligencia a elaborar biografías de otras personas. Pero por alguna razón que desconozco, me da mucha más satisfacción pasarme la tarde entera leyendo el resumen que me proporciona Wikipedia. Amo sus hipervínculos, sus secciones delimitadas, su lenguaje escueto. A veces incluso se ponen poéticos y se toman licencias, como en esta entrada de Elena Martín Vivaldi, una de mis favoritas, a la que vuelvo recurrentemente:

Cuando voy por la endometriosis no lo disfruto nada. Odio el ginecólogo y sobre todo odio a los hombres que me tratan con paternalismo.
Jajaja me reí mucho. A mi me pasa igual, pero en la salas de espera de los aeropuertos. Hay un mix de intensidades que me encanta
Yo tengo la sensación de que si pido comprar libros en la biblioteca solo los leeré yo! 😂