Queridas todas:
¿Qué tal estáis? Espero de verdad que descansando y disfrutando de la primavera. Hacía mucho que no utilizaba este formato carta-de-amor para comunicarme con vosotras. He estado pensando últimamente en cuál es el espacio que ocupo en internet, cómo utilizo las redes y de qué forma quiero realmente relacionarme con todo eso. Siento que todo el rato quiero comunicar las cosas que me gustan -que son muchas- y, aunque tengo la inmensa suerte de ser leída, a veces me da la sensación de que puedo llegar a cansar. Normalmente me lo paso muy bien en los espacios digitales, me permite conectar con gente cuya opinión me interesa mucho -bien porque son mis amigos y viven lejos, bien porque sigo su trabajo, bien por las dos cosas-, pero también me saturo y creo saturar a los demás. Subo posts y stories a Instagram, escribo para otros medios, y todo eso me ha llevado a preguntarme qué quiero hacer con este espacio que es Substack. La respuesta que he encontrado es la de la cotidianidad. Me apetece mucho tener un espacio más amable1 donde contar mis tonterías de una forma más liviana, más directa. Sentir que hablo para alguien un poco de cualquier cosa. Al final ese fue siempre el fin de esto.
Así que os cuento que hoy, 1 de mayo, me he tomado un descanso de la vorágine de programaciones didácticas para las oposiciones y preparación de dossieres para convocatorias de residencias literarias o ayudas públicas del Estado, que es en lo que he ocupado la mayoría de mi tiempo últimamente, y, aprovechando que ha venido de visita mi amiga Leo, hemos ido de visita a uno de nuestros sitios decadentes favoritos: Salobreña (Granada).
Leo y yo somos amigas desde hace la friolera de siete años y solo hemos vivido en la misma ciudad uno de ellos, cuando ella estuvo en Granada durante el máster. Desde entonces hemos bajado a Salobreña siempre que hemos podido. Nos encanta todo el ritual: coger el autobús en la estación de Granada -sitio ya de por sí extremadamente liminal-, el trayecto de cincuenta minutos hasta allí con las señoras y la gente rara2, bajarnos en una rotonda que tiene un grafiti que dice MI VECINO ME ROBA LA FRUTA, cruzar todo el pueblo hasta la playa, llegar a nuestro spot favorito -detrás del peñón- y tumbaros allí al sol a turrarnos mientras los chavales escuchan reguetón en un altavoz y las guiris hablan en francés.
Eso ha sido lo que hemos hecho hoy. A las dos nos gusta mucho ese ambiente extraño que tiene Salobreña, a medio camino entre lo festivo de la costa y lo decadente de un pueblo de la Andalucía profunda. Hemos llegado a eso de las once y hemos prácticamente abierto el chiringuito para tomar una pequeña CocaCola que nos despertara. Como esto es Granada, nos han puesto de tapa unas gambas calientes que seguro que acababan de ser descongeladas en el microondas. Repito: las once de la mañana.
Luego nos hemos ido a tumbarnos cerca del mar porque las dos somos de secano y una nunca sabe cuándo va a volver una a ver el mar de cerca. Hemos leído un rato -Yo, Todas las criaturas grandes y pequeñas, de James Herriot; Leo, Un momento de ternura y de piedad, de Irene Cuevas-, Leo se ha quemado y luego a eso de la una nos ha dado hambre y hemos ido en bsuca de pescaíto frito. Tuvimos la suerte de dar con una freiduría barata que no estaba mal y fuimos las primeras en coger mesa porque aún no hay muchos guiris por aquí y alguien tiene que cubrir ese hueco.
Después a mí se me antojó un helado y fuimos a una supuesta “HELADERÍA ITALIANA” que por supuesto no era italiana pero que nos dio lo que necesitábamos: dos bolas de helado cada una en un cucurucho de galleta.
Paseando descubrimos el descampado de la primera foto, y las dos nos quedamos fascinadas porque nos encanta el brutalismo y los espacios al borde de lo feo -o directamente feos- donde claramente los adolescentes van a liarse. Hemos vuelto a la playa y hemos jugado a las cartas -he ganado yo- hasta que ha llegado la hora de coger el autobús y hemos hecho el camino de vuelta a la rotonda, donde he visto: un niño en chanclas con los pies llenos de arena, una señora posando en el mar con un bikini azul mientras su amiga le hacía una foto y unos chavales sin camiseta subidos al peñón.
Ha sido un día divertido, siempre es genial volver al sitio tan increíble que es Salobreña y estar con Leo.
Besos
con la nariz un poco quemada
y hasta pronto
<3
Celebramos la caída de Twitter/X
A quienes no tenéis la suerte de vivir en Granada, un pequeño dato: es la ciudad de España con más gente loca por metro cuadrado. Esto no lo ampara ningún estudio, solo mis casi diez años aquí y el testimonio de todos mis amigos.
Se echa de menos algo así más cotidiano en redes❤️
qué bonita esta crónica de un día con una amiga, con ilustraciones incluidas ❤️✍️ No creo que me canse de esto