Me encanta leer libros en formato pdf y subrayar mis partes favoritas con el cursor. Elijo casi siempre un color amarillo fosforito para los apuntes académicos y un color rosita pastel para los poemas y demás literatura que me descargo en sitios dudosos y oscuros.
Me encanta descargar literatura ilegalmente. No hay nada como poner un libro en el buscador seguido de “pdf” y que aparezca. Pasa poco, por desgracia, pero cuando pasa es estupendo, es lo mejor del mundo. Es como cuando entré por primera vez a la biblioteca de pequeña y vi todos esos libros. Yo hasta entonces no sabía que podía haber tantos libros juntos. En mi casa no había. Quizás juntábamos algunos cuentos en una balda, o se rescataban novelas antiguas de desvanes a las que mi madre les quitaba el polvo y luego juntaba para hacer bulto. Nadie los abrió hasta que los leí yo años después, pobrecitos, pobres libros, pobres padres con jornadas laborales extremas, muy cansados para leer, pobrecitos.
Entré por primera vez en la biblioteca un día, no recuerdo cuál, posiblemente un miércoles, y fue como si el mundo se abriera. Juro que fue así: como si el mundo se abriera. Mi hermana corrió a lanzarse por la barandilla de la escalera, pero yo es que siempre fui a una niña muy educada, muy aburrida y muy miedosa. Me fui directa a una estantería, saqué un libro (no recuerdo cuál, posiblemente Regreso al mundo de la fantasía de Geronimo Stilton) y me senté con la espalda muy recta en una de las mesitas de la zona infantil. La espalda siempre muy recta porque me metieron miedo en el colegio y en el conservatorio al que iba a tocar el piano martes y jueves. Posición de repipi y libro en mano.
Creo que me lo leí entero de un tirón mientras mi hermana perfeccionaba su técnica de tirarse por la barandilla. Ella siempre ha sabido aprovechar más los tiempos de las edades. Yo no, yo me sentaba ahí con mi espalda recta a leer, rechazaba por miedo las barandillas y posteriormente los besos con lengua en los botellones. Aunque aprendí a hacer otras cosas, claro. Cosas también bonitas. Entonces yo era capaz de hacer un montón de cosas que ya no, entre ellas leer del tirón un libro entero como si me estuviera comiendo una palmera de chocolate. Echo mucho de menos leer libros de fantasía de una sentada y también el sabor de una palmera de chocolate después de las clases de Educación Física. Hay cosas que jamás recuperaré. Esto me apena. Me apena mucho.
Por eso para mí es fantástico leer libros en formato pdf y subrayar mis partes favoritas eligiendo el color más adecuado. Si un día me despierto y tengo ganas de un libro, y las bibliotecas están cerradas o justo no lo tienen, y es que de verdad de verdad me lo tengo que leer ese día, no podré aguantar sin leerlo, y encima no tengo ya dinero el resto del mes para comprarlo en la librería, entonces la mejor sensación del mundo es la de abrir mi portátil y poner belleza y felicidad fernanda laguna y cecilia pavón pdf en el buscador y que aparezca justo ese libro ante mis ojos. Es increíble. Es mágico y precioso.
Algo entonces se recupera. Algo de ese mundo abierto y de lo que yo aprendí a ser ese primer día en la biblioteca siento que se recupera y que se me entrega a través de ese pdf que se va descargando en mi escritorio poco a poco desde una web fraudulenta a la que me entrego abiertamente. Me entrego sin reservas a esa web fraudulenta que me da belleza y felicidad fernanda laguna y cecilia pavón.pdf sin pedirme nada a cambio. Nada salvo aceptar unas cookies (las acepto) y quitar unos anuncios (los quito) y nada más. Nada más. Me entrego a ella y el mundo se me abre de nuevo.
Siento de repente muchas ganas de leer todos los textos ilegales, oscuros y fraudulentos del tirón. Me hundo en el sofá con la espalda lo más encorvada que puedo y no me levanto hasta que he subrayado todos los versos y todos los párrafos que me emocionan. Me pongo a subrayar párrafos y versos como una loca. Si hay alguien a mi lado, si alguien tiene la desgracia de encontrarse a mi lado, entonces no paro de hablar y de leerle mis partes favoritas. De pequeña era repipi, aburrida y miedosa. Ahora, además, soy repipi, aburrida, miedosa y pesada, muy pesada, si no digo lo que me emociona me pongo mustia y no soy capaz de seguir. Leo estos libros de un tirón y si no hay nadie a mi lado le mando fragmentos a todos mis amigos y les pido que también los lean, que los tengo en pdf y se los puedo pasar por correo. Que les van a gustar mucho. Que me recuerdan a ellos y quiero que los lean. Que si no los leen no podré seguir. Me pondré tan triste que no podré seguir.
Es tan divertido siempre leer todos estos libros en formato pdf. Es ese tipo de diversión de lo prohibido, como cuando te da la risa en medio de una clase en el instituto y no puedes parar. Miras a tu compañero y como se está riendo también, tratando de taparse la boca para que no se le note, a ti te da aún más fuerte la risa incontrolable. Empiezas a hiperventilar y a soltar graznidos, y eso a tu compañero le hace todavía más gracia y se ríe más fuerte, más fuerte cada vez. El profesor te acaba riñendo y tú sabes que deberías sentirte mal, deberías pedir perdón y poner cara de arrepentida, como cuando eras pequeña y te equivocabas en tus clases de piano. Estabas ahí sentada, con tu espalda muy recta, tu coleta alta y tus leotardos verdes y te equivocabas tocando la Para Elisa. Tu profesor te decía no has practicado lo suficiente y tú hundías los hombros porque era verdad, habías estado jugando al Animal Crossing toda la tarde en vez de practicar la Para Elisa, que no se te antojaba nada de nada a tus nueve años.
Sabes que te deberías sentir mal por leer textos ilegales de páginas fraudulentas. Te deberías sentir mal por tu incapacidad de controlar la risa un martes a cuarta hora durante la clase de Biología. Pero te hace todo tanta gracia. Todo es tan fácil de repente, tan fácil. Te hace tanta gracia que no te sientes mal ni culpable ni nada; solo sientes mucha alegría de estar viva. Qué alegría. Qué alegría no tocar la Para Elisa nunca más en lo que me queda de vida. Qué alegría estos versos de Cecilia Pavón en los que compara hacer galletas de canela mal horneadas con hacer poemas. Qué alegría poder reírte hasta que te duele la barriga con tu compañero de sitio un martes a cuarta hora durante la clase de Biología. Qué alegría.
me encanta
Cuando descubrí el poema 20 de Neruda, me tocó tanto que cada vez que venía mi hermano mayor a casa (no viene mucho) le decía, “¿te acuerdas del poema?” y como, obviamente, me decía que de qué cojo estoy hablando, le cogía de la camiseta y le decía PERO HERMANO, “QUÉ IMPORTA QUE MI AMOR NO PUDIERA GUARDARLA????? LA NOCHE ESTÁ ESTRELLADA Y ELLA NO ESTÁ CONMIGO!!!” Y luego me hacía la dramática y me tiraba a sus brazos como una victoriana que se desmaya del calor y seguía: “Eso es todo… A lo lejos alguien canta… A lo lejos mi alma no se contenta con haberla perdido…..”.
En fin, me has hecho recordar esto. Me ha encantado tu ensayo y tu estilo está muy bien logrado. Adoro que tengamos tanta pasión por la literatura :)